Todos podemos ayudar a contribuir a que el rostro triste de todos los ancianos del mundo cambie. ¿Cómo? de la siguiente manera:
- Respetar la intimidad y dignidad del anciano lo más posible.
- Respetar y reforzar su independencia.
- Llamar al anciano por su nombre. Aquí hay que recordar que a algunos de ellos NUNCA les han llamado de tú, sino de Usted, y a muchos siempre se les ha añadido algún título al nombre, como "Don José". Es duro para ellos pasar de repente a ser "Pepe" para todo el mundo. NO se trata de que ellos se adapten a nosotros, sino de respetarles y cuidar la relación, aportando el trato que esperan recibir y no el que nosotros queremos darles. Cuidar las palabras.
- Hablarles en el tono de voz adecuado, con claridad, despacio y siempre con respeto. No todos oyen mal, así que no hay por qué chillarles al dirigirnos a ellos. Si hablándoles en un tono normal no nos oyen, será el momento de elevar progresivamente el volumen de la voz hasta llegar al que necesitan para oír bien.
- Mantener frente a ellos una actitud positiva y alegre.
- Tener gestos de afecto habituales, pero siempre con respeto.
- Escucharles con paciencia.
- Animarles a que estén activos el máximo tiempo posible.
- Motivarles en actividades como leer el periódico, revistas, ver la televisión o escuchar la radio, como medio de información actual.
- Fomentar la amistad y comunicación entre ellos.
- Motivar a las mujeres a visitar la peluquería, y a los hombres para que se rasuren o afeiten la barba.
- Averiguar cuales son sus aficiones o actividades favoritas y tenerlas a su alcance, si es posible.